Lenguapop

Una coleccion de cultura pop nacional todavía no documentada.





lunes, 30 de junio de 2008

Superpark. Diversión al extremo.

Especialistas sostienen que el sentimiento de diversión extrema ante una situación de peligro responde a un mecanismo de defensa impuesto por el cerebro humano para negar o “aguachentar” la sensación de pánico o peligro intenso. Me atrevo a decir que después de este fin de semana les otorgué toda la razón, lo digo porque me tocó experimentar una sensación parecida y tengo que aceptar que la disfruté bastante.

El fin de semana visité el boom de la criaturada, el Superpark. Estuvo buenísimo, pero lo cierto es que la más mínima novedad en Asunción se convierte automáticamente en un éxito rotundo, y todavía más cierto es que acá los estándares de calidad están menos actualizados que el Shopping Gato Verde, pero no importa.

Lo primero que sentí a ingresar al predio fue esa sensación de entrar a la Expo, no se porqué, puede ser por los vendedores de Bambis y Papá Noeles inflables, o los vendedores de algodones de azúcar, sí, de esos algodones que al apoyarlos en la lengua se diluyen cien veces mas rápido que un Yes yes, en fin. Al bajarme del auto y tener frente a los ojos al parque bailando con el titilar de sus lucecitas, un dejavú me inyectó una dosis de nostalgia niñezca, me pareció recordar que alguna vez ese parque había venido y lo peor de todo es que se mantenía tal cual, me di cuenta en parte por los recuerdos y en parte por el estado en que se encontraba, pero ya estaba en el baile y no tenía otra salida que ponerme a bailar. Me acerqué a la caja y compré un vale para los juegos a un enano de traje, muy bizarro por cierto. Lo primero que hice fue dar una recorrida a las atracciones que ofrecía. Sustrayendo los juegos para chicos muy chicos me encontré con la Montaña Rusa, que al pegar la 360 hacía un efecto látigo, el Samba que bajo la luz de todos sus foquitos quemados te daba tremendas vueltas simulando borrachera de año nuevo, el Kamikaze que otorgaba en sus vagones una mezcla de emociones escondidas detrás de una alegría horrorizada, el Crazy Dance que del mareo te hacía bajar la presión y luego se hacía urgente probar una manzana acaramelada para estabilizar los niveles de azúcar, y por último el Evolution, calzado con unos cuantos ladrillos apilados en una de sus patas para que no se desarme y proporcionando un vértigo extremo que después de bajarte te hacía recuperar el valor de estar vivo.

Cabe resaltar que no estoy exagerando, porque en las filas todos estaban de acuerdo en el miedo en que se desprendan los vagones, se salten unos tornillos, o se aflojen algunos cinturones de seguridad. De todas maneras, el Superpark es una opción que vale la pena para todos porque uno ve a la gente divirtiéndose, pasándola bien en familia, en pareja y por sobre todo uno ve la sonrisa de oreja a oreja en los niños que es lo más importante de todo. Visitenlo, se van a divertir muchísimo.

Corresponsal: Jonhy Mecanso.

Fotos: Rutters.

3 comentarios:

Di dijo...

Yo me quiero iiirr, ahora más aún ja

Santiago Pomata dijo...

También concurri a ese parque y pensé lo mismo.

Habrá algún estamento encargado de la seguridad en parques de diversiones en el país?

No lo creo.

Hay que esperar a que pase algo para que se tomen cartas.

Ahh, y no se olviden del viejo mito de la rueda chicago del viejo Superpark de Félix Bogado que decía que bajo uno de los asientos había una víbora!

Ana Brisa Caballero dijo...

(me cague de la risa... eso nomas)


ha! la versión que yo tenia del la rueda de Chicago del Superpark (de Felix Bogado) era que una nena se habia caido de ahí... XD